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Festival Venezuela im Film – Qué chévere abre una ventana en Alemania a la cultura de nuestro país

Ute Evers estudió Letras en su Alemania natal. Es latinoamericanista. Ejerce la crítica literaria de forma independiente y ha publicado sus trabajos en diversos medios, no solo de su país, sino además de Austria, Suiza y Cuba. En la actualidad trabaja en una agencia literaria dedicada, principalmente, a la literatura de habla española y portuguesa. También interviene en proyectos en la feria del libro de Fráncfort.

Hace unos meses estuvo de visita en nuestro país, pero no por motivos relacionados con los libros, sino para asistir al Festival de Cine Venezolano, que este año se realizó por primera vez en Margarita. No se trataba, simplemente, de turismo cultural. Evers ya tiene una larga relación con la cinematografía de nuestro país, más intensamente desde hace 18 años cuando comenzó a organizar el Venezuela im Film – Qué chévere, en Fráncfort, una muestra que sirve como vitrina para dufundir la cultura de nuestro país a través del prisma del séptimo arte.

Un grato acompañante

“El cine siempre fue un acompañante durante mis estudios de Letras y mis trabajos posteriores”, reveló la alemana al Correo del Orinoco. Incluso antes de que naciera la muestra audiovisual venezolana francfortesa, Evers participó en la preparación de un Festival de Cine Cubano, que también se celebra en Fráncfort, lo que le sirvió de preparación para su experiencia posterior en la exhibición de nuestra cinematografía.

Además, en 2007 estuvo en el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC), en Caracas. En esa pasantía profundizó sus conocimientos sobre la cinematografía en general y comprendió la configuración de la infraestructura institucional de la plataforma del cine y el audiovisual de nuestro país.

“Y vi muchísimas películas gracias al gran empeño de la entonces vicepresidenta (dec CNAC) Alizar Dahdah. Gracias a ella conocí no solo el funcionamiento del CNAC, sino también la recién inaugurada Villa del Cine, la Cinemateca, de la cual guardo gratos recuerdos, de Nancy de Miranda (reconocida investigadora), quien me regaló con el Panorama histórico del cine en Venezuela, de la Fundación Cinemateca Nacional, un libro que no dejo de consultar”, recordó la crítica literaria.

La promotora cultural también se nutrió “de uno de los más importantes directores de salas de cine de Fráncfort, Klaus-Peter Roth, gran admirador de la obra de Diego Rísquez, aunque el aprendizaje sigue con cada festival, incluyendo el pasado Festival de Cine Venezolano en Margarita, cuando, por ejemplo, Lamata, al que, entre otros, fue dedicado el festival, pronunció una de las frases claves (para mí) en su discurso en el marco de los homenajeados del festival: ‘Aquí cabemos todos’.Y esta idea me la traje de este festival”, confesó.

Con una pequeña ayuda de los amigos

La muestra audiovisual venezolana en Fráncfort se realizó por primera vez en 2005, cuando el cónsul general de Venezuela de entonces, César Méndez, convocó a Ute Evers, entre otras cosas, para crear un festival de cine.

Desde entonces se estableció una alianza, que perdura hasta hoy, con el cine comunal Filmforum-Höchst. El evento evolucionó en 2018, cuando se independizó del consulado. A partir del año siguiente la muestra se mantuvo gracias al trabajo de un equipo mínimo de tres personas, Evers incluida, como iniciativa sin fines de lucro, junto a la sala de cine comunal Filmforum-Höchst, en Fráncfort del Meno, durante el mes de abril.

El espacio, contó Evers, tiene una tradición de más de 40 años dedicada al cine de autor y desde hace casi dos décadas y media alberga festivales de distintas regiones, como África, Cuba, Irán, Kurdistán, Turquía, o países europeos como Italia o Francia.

“Los llamados cine-foros municipales nacieron en los años sesenta y setenta del siglo pasado con el objetivo de ofrecer una formación cultural (y con los años también multicultural) a través del cine, y de un cine de autor. El Filmforum Höchst se fundó en 1975 bajo el lema ‘Cultura para todos’, bajo el techo de la universidad popular (Volkshochschule, VHS)”, amplió la crítica literaria.

Ese año 2018 la muestra de cine venezolano rindió homenaje a Diego Rísquez, quien murió en enero de ese año, con una retrospectiva que se preparó en colaboración con Amapola Rísquez, hija del autor, y con Jorge Mirada, productor de algunas de sus películas.

El evento cuenta con el apoyo financiero de instituciones de la localidad, como la Oficina de Cultura (Kulturamt), la institución cinematográfica HessenFilm und Medien y la Oficina de asuntos multiculturales (Amt für multikulturelle Angelegenheiten).

Además, desde Venezuela, la iniciativa cuenta con la colaboración de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Venezuela (ACACV), el CNAC, Amazonia Films, la Asociación Nacional de Autores Cinematográficos (ANAC), “y la imprescindible y valiosa ayuda de amigas y amigos cineastas venezolanos”, reconoció la organizadora.

De todo y para todos

Una de las premisas del festival es proyectar producciones actuales, variadas en temáticas, géneros y formatos. También incluyen en la programación algunas producciones de larga data que respondan a un tema en específico, bien sea histórico o contemporáneo.

“Por ejemplo, de ‘El cine y el arte’ en 2013, cuando Diego Rísquez presentó su película Reverón, agregamos al programa el documental sobre este artista, de Juan Andrés Bello, y montamos una exposición de afiches sobre la obra de Reverón. O un año después, con ‘Cine e historia’, en presencia del director Luis Alberto Lamata, con Bolívar, el hombre de las dificultades, preparamos una exposición paralela de las distintas representaciones del rostro de Simón Bolívar en el arte venezolano, y antes de la proyección de la película, Lamata dio una charla en la Universidad de Goethe sobre el tema. Y, en el 2017, tuvimos un especial, ‘120 años de cine venezolano’, y ahí proyectamos los inicios del cine venezolano desde Don Leandro el inefable, de Lucas Manzano, La Venus de Nácar, de Efraín Gómez, hasta Taboga y hacia el Calvario, de Rafael Rivero, aparte de dos documentales de los Estudios Ávila”, rememoró Evers

Igualmente, en cada edición se procura contar con la intervención de al menos un invitado especial para establecer un diálogo directo entre el público alemán y representantes de nuestra cinematografía.

Si bien la audiencia usualmente tiene un perfil interesado en el cine latinoamericano y de autor, el festival se dirige a todo tipo de espectadores, de ahí la importancia de que las  películas tengan subtítulos en inglés.

Desde sus inicios, la muestra incluye en su programación una película clásica de nuestra cinematografía. “El año pasado, por ejemplo, el documental poético de Margot Benacerraf, Araya.

“Tuvimos el honor, además, de recibir unas palabras personales de ella (de la autora); en el 2009 proyectamos Oriana, de Fina Torres, y Aire libre, de Luis Armando Roche, en el 2011, solo para nombrar algunos títulos”.

El público premia

En la edición número 18, celebrada este año, se implementó como novedad un premio del público que resultó ex aequo entre Miguel Zamora, por El salto de los ángeles, y Carlos Malavé, por One way.

“Fue una experiencia muy grata. Se veía al público más involucrado y muy animado por dar su voto.  Dedicamos el festival a Andrés Augustí, presentamos Tisure, y a Román Chalbaud, de quien volvimos a proyectar su clásico El pez que fuma, por lo que inauguramos el festival con el excelente documental Un país llamado ‘El pez que fuma’, de Alejandro Picó.

También este año se celebró en Fráncfort los 10 años del primer Goya venezolano para la mejor película iberoamericana, de manera que se proyectó, una vez más en la muestra, Azul y no tan rosa, en presencia de su autor, Miguel Ferrari, quien, además, ofreció una charla sobre El cine venezolano en la diáspora.

Luego de una trayectoria de casi dos décadas, el Venezuela im Film – Qué chévere ya es parte de un programa fijo, esperado cada año, en la agenda cultural de una ciudad con una movida cinematográfica enriquecida con una amplia variedad de muestras audiovisuales internacionales, en los que se exhibe el séptimo arte japonés, turco, Irní, kurdo, cubano brasileño, etc. A lo largo de este tiempo el evento ha mostrado la cultura venezolana por medio de más de cien largometrajes y casi 50 cortometrajes.

Consideraciones sobre nuestro Arte

  —¿Cuál ha sido la clave para mantener este festival durante 18 años? 

—Estoy convencida de que una de las claves es tanto nuestra pasión como nuestra seriedad. Esto lo percibe el público ya con el primer envío de save the date que recibe meses antes del comienzo del festival. También recibimos del público (tanto de aficionados como de profesionales del cine) muy buena recepción, muchas veces por la variedad de las películas y la cantidad de información alrededor de las películas, pero, claro está, también críticas, con las que crecemos y nos ayudan a mejorar.

Quizás habría que agregar también este detalle: una gran y excepcional ayuda es el apoyo solidario y los consejos del cineasta Luis Alberto Lamata. Él, entre tantas otras cosas en relación con nuestro evento, nos ha enseñado que nuestro festival tiene la gran ventaja de estar siempre por encima de los debates ideológicos. Y creemos que esta sana percepción del arte llegó y convenció también a nuestro público.

  —¿Cómo describiría la cinematografía venezolana? ¿Cuáles cree que son sus fortalezas y cuáles sus debilidades?

—Bueno, para poder contestar a esta pregunta, creo que necesitaría horas y horas y páginas y páginas, si es que quiero contestar con honestidad. Pero trato de compartir algunas ideas que me vienen a la cabeza. Una de las fuerzas del cine venezolano contemporáneo radica en su diversidad, diversidad de historias, de género, de lenguajes, montajes casi experimentales/surrealistas. También me parece que el cine venezolano destaca por unos muy buenos fotógrafos.

E igualmente, me parece que ha sabido no solo concentrar sus historias contemporáneas en los centros urbanos (que es, sin dudas, imprescindible), sino llevar la cámara también a otras partes de Venezuela, aunque la mayoría sí que se mueve en ambientes urbanos. Y, en las más actuales se ve que el tema de la diáspora también se ve cada vez más reflejado, como también temas de géneros (tanto en las películas de ficción como en los documentales), lo que me parecen componentes muy interesantes e importantes.

Si nos quedamos un momentico más con los temas actuales creo que logra estar al tanto de lo que le preocupa a la sociedad y no duda, si es necesario, en meter el dedo en la llaga. Aunque, y ahí sí me atrevo a mencionar una tendencia más que debilidad que creo percibir: noto una necesidad exagerada de dejar muy clara la posición política, aunque la película lo transmite sin dudas.

Otro característica que percibo es la creación de memoria a través del cine, que a mí personalmente, que empecé a conocer la historia de América Latina con la llamada conquista de América por Cristóbal Colón, me parece un aspecto importante. La historia contada desde dentro, y desde muchos puntos de vista diferentes, si pensamos tan solo en las diferentes películas sobre el libertador Simón Bolívar, desde la manera experimental hasta incluso la comedia. Esta diversidad artística e intelectual muestra la gran capacidad del cine (y su responsabilidad) del que no dispone la historia oficial.

Quizás, esto sí, extrañamos la cinematografía sobre y hecha por talentos de los pueblos originarios, que llevamos años buscando para incluirla también en nuestro festival. Este año, proyectamos el poema visual El silencio de las semillas, de Elizabeth Pirela. Por lo menos un filme hecho por una cineasta wayuu, representante de una región que abarca tanto Colombia como Venezuela.

Faltaría hablar de mucho más, quizás de los talentos en el género documental. Los que logran salir de la mera descripción, del concepto de “talking heads”, y se convierten, fiel al ideal de Araya, en una prosa documentada, o de los cortometrajes que hemos incluido desde el principio en nuestro festival, que sobresalen por su historia precisa, buena fotografía, escenografía y actuación. Una de mis favoritas es, por ejemplo, PB, de Pedro Uribe Blanco, en seis minutos te lo cuenta todo, o Chaplin que estás en el cielo, de Ángel Palacios, aunque ya al límite con sus 17 minutos.

Las favoritas

  —¿Hay algún autor que, en su opinión, se destaque por sobre los demás? 

—Es difícil de contestar. Uno de los grandes maestros es, sin dudas, Diego Rísquez, cuya cinematografía, dicho sea de paso, admiro desde la primera película que presentamos en el festival (Orinoko, Nuevo Mundo). Entre los y las grandes del cine contemporáneo están Claudia Pinto, quien demostró su gran talento ya con su ópera prima, La distancia más larga; Patrícia Ortega, de su generación, sin dudarlo dos veces, la mejor directora; Marité Ugás y Mariana Rondón, a quienes empecé a admirar desde Postales de Leningrado; Luis Alberto Lamata, cuyas películas Jericó y El enemigo son inolvidables; Alberto Arvelo, un maestro tanto en las películas de ficción como en sus documentales; los hermanos Luis y Andrés Rodríguez, que afortunadamente siempre incluyen en sus películas elementos experimentales; Alejandro Bellame con El tinte de la fama o Dirección opuesta… son muchos y muchas más que hacen que el cine venezolano haya tomado un carácter propio, y de competencia, en la cinematografía de América Latina o, si se quiere, internacional. Y no se han mencionado a los actores y a las actrices, productores y productoras, y otros que contribuyen con su trabajo al éxito de una película.

  —¿Cuáles han sido las películas más exitosas, las más vistas y aplaudidas en el festival? 

—Recordando ahora el festival de este año, fue Miguel Ferrari quien, con su, sin dudas, muy importante película, Azul y no tan rosa, recibió su merecido aplauso del público.

Pensándolo un poco más, incluiría también otros momentos distintos, de silencio, después de terminar los créditos de las películas, cuando la gente no se levanta inmediatamente y se queda en su butaca como hipnotizada… Esto fue el caso de Un destello interior, de los hermanos Rodríguez y, el año pasado, Araya, la gente se quedó en silencio y luego aplaudió. Ah, y claro, los ganadores del primer Premio del Público, Carlos Malavé y José Zamora, por supuesto, también recibieron su aplauso. Y así haciendo más memoria, seguro que se me ocurrirán algunos ejemplos más.

T/Luis Jesús González Cova
F/Archivo CO

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