Márcio Tavares es la mano derecha de Margareth Menezes, eximia cantante bahiana y titular del Ministerio de Cultura del gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva. El Secretario Ejecutivo contó que desde el regreso de Lula al Ejecutivo de Brasil, en enero de 2023, han tenido la tarea titánica de recuperar un Ministerio que había sido degradado por Jair Bolsonaro. «El impacto en la vida cultural del país fue muy grave a causa de las políticas de desfinanciación y de censura de obras del gobierno anterior», afirmó Tavares a PáginaI12 en la sala de reuniones de la embajada de Brasil en Buenos Aires, donde se realizó la entrevista.
Sobre la reciente condena a Bolsonaro y exfuncionarios brasileños por intento de golpe de Estado, el historiador y doctor en Arte por la Universidad de Brasilia fue categórico. «Por primera vez en nuestra historia, un intento de ruptura del orden democrático es juzgado y sus responsables son castigados, lo que afirma el compromiso de la sociedad brasileña con la democracia en el presente y en el futuro».
– Durante el gobierno de Bolsonaro hubo un desmantelamiento de todo lo que dependía del Ministerio de Cultura. ¿Con qué se encontraron?
– Lo que ocurrió con la cultura durante el gobierno de Bolsonaro fue extremadamente grave para el país. Hubo una política deliberada de criminalización de la cultura y de las políticas públicas vinculadas al sector. La censura de obras y actividades culturales volvió con fuerza en ese período, algo que no veíamos desde la dictadura militar. Con la democracia, la libertad artística y cultural se había consolidado como uno de los pilares de la organización de la vida social en Brasil, más allá del signo político de los distintos gobiernos. La excepción fue el último gobierno. Además sufrimos una desfinanciación muy severa del Ministerio de Cultura y de sus políticas, lo que tuvo un impacto directo en la generación de empleo, renta y oportunidades. Las industrias culturales y creativas representan el 3,11 por ciento del PBI de Brasil y generan más de siete millones de puestos de trabajo. El 5 por ciento de la fuerza laboral del país está empleada en el sector de las economías e industrias recreativas. Por eso, cuando el gobierno nacional se retira de su rol de organización y articulación de políticas culturales, el impacto es dramático. Y eso fue lo que encontramos.
– ¿Lo pudieron revertir?
– Al asumir nuevamente, el presidente Lula restableció el Ministerio de Cultura. Nos encontramos con una institución que tenía solo un tercio del personal que había en 2016, y con políticas públicas desfinanciadas y desarticuladas, lo que tuvo un impacto muy profundo en la vida cultural del país. En 2023 reorganizamos el ministerio con el mayor presupuesto de su historia, lo que nos permitió retomar todas las políticas públicas que habían sido discontinuadas por el anterior gobierno. Reactivamos programas como la Política Nacional de Cultura Viva y leyes clave como la Ley Paulo Gustavo —una norma de emergencia durante la pandemia para apoyar al sector audiovisual y artístico—. También impulsamos la Política Nacional Aldir Blanc, que transformamos en una política permanente, y reestructuramos el sistema de financiamiento federal para llegar a todos los estados y municipios. El resultado fue una demanda récord en todas las líneas de apoyo cultural, una señal clara de todo lo que había quedado estancado en los últimos años. Hoy estamos viendo los frutos: un renacer de eventos, iniciativas, vida cultural y social. Esperamos cerrar el año con datos muy positivos en términos de empleo, renta y oportunidades, pero también en calidad de vida, participación cultural y fortalecimiento del tejido social.
– Pensaba también en la llamada «batalla cultural». Con Bolsonaro, hubo una presencia muy fuerte de la iglesia evangélica, de figuras como el gurú Silas Malafaia. ¿Cómo enfrentan esa batalla?
– Desde el gobierno nacional, buscamos demostrar el impacto positivo y democrático que tiene la cultura. La cultura es una herramienta clave para fortalecer la democracia, porque es un espacio donde las personas pueden encontrarse con lo distinto. El arte no solo permite ver lo bello, también nos conmueve con lo raro, lo diverso; nos invita a imaginar otras formas de ver el mundo. Todo eso incomoda a los gobiernos autoritarios, que promueven una visión única de sociedad. Las políticas culturales, en cambio, afirman la pluralidad y el pensamiento crítico. Por eso, en lugar de caer en las provocaciones que promueve la extrema derecha, nosotros respondemos con acción: con políticas concretas que mejoran la vida de las personas. Cuando las iniciativas culturales llegan a la población, el apoyo es unánime.
– ¿Con qué objetivos avanzan?.¿Cuáles son los desafíos a futuro?
– La ministra Menezes planteó dos grandes objetivos. El primero es la nacionalización del financiamiento cultural. Históricamente, los recursos federales estaban concentrados en algunas regiones. Por primera vez, estamos implementando un verdadero federalismo cultural: desde 2023, todos los estados y municipios reciben financiamiento del Ministerio de Cultura. El segundo objetivo es transformar las leyes de emergencia en políticas permanentes, como la Política Nacional Aldir Blanc, que lleva el nombre del cantautor fallecido por Covid-19. Estas leyes, que surgieron en momentos críticos, ahora forman parte de una política estructural de Estado.
– ¿Cómo recibe la condena a prisión de Bolsonaro y exfuncionarios por intento de golpe de Estado?
– Por primera vez en nuestra historia, un intento de ruptura del orden democrático es juzgado, y sus responsables son castigados. Todos, incluido Jair Bolsonaro, tuvieron garantías del debido proceso legal y del derecho a una defensa amplia. Así es como deben actuar los gobiernos democráticos: enfrentando con firmeza, pero dentro del marco legal, a quienes atentan contra el Estado de Derecho. La responsabilidad penal es clave para asegurar que el país no vuelva a caer en manos de dictadores. Vivimos un momento histórico que reafirma el compromiso de la sociedad brasileña con la democracia, tanto en el presente como hacia el futuro.
– Hubo personas que participaron en el asalto a los tres poderes del Estado y se fugaron a Argentina. ¿Qué pasa con ellos?
– Quienes participaron en actos antidemocráticos deberán, tarde o temprano, rendir cuentas ante la justicia brasileña. Muchos ya están siendo juzgados y responsabilizados. Una vez que la justicia brasileña toma decisiones, también se notifica a otros países -como Argentina- para que tomen las medidas correspondientes. Lo importante es subrayar que la gran mayoría de los brasileños que viven en Argentina son personas democráticas, progresistas, artistas. Es con esa comunidad con la que me encontré durante este viaje.
– El gobierno de Trump ha criticado públicamente el proceso judicial, sancionando incluso a jueces brasileños como Alexandre de Moraes. ¿Cómo se responde a este tipo de actitud que ha llegado acompañada de amenaza de suba de aranceles?
– Estados Unidos tiene su Constitución y sus leyes, y nosotros tenemos la nuestra. Nuestra democracia está protegida por nuestras instituciones, y vamos a defenderla por todos los medios posibles. La soberanía no se negocia. En cuestiones como los aranceles o las condiciones de intercambio comercial el vicepresidente (Geraldo Alckmin) ha sido designado para llevar adelante las negociaciones. Brasil vive hoy un proceso de fortalecimiento democrático. Enfrentamos un verdadero ‘test de estrés’ con los atentados del 8 de enero —un intento real de golpe de Estado—, y la respuesta de todos los poderes fue firme y unificada en defensa de la democracia.