“Es la expresión de un debate histórico donde se enfrenta lo místico a lo racional. Hoy estamos entre caer ante el Mesías, que dice ser un enviado de Dios que va a terminar con los parásitos woke que están destruyendo la pureza nacional, o si vamos a elegir ir por otro lado. ¿Qué vence, al final de todo?”, se pregunta en diálogo con Página/12 la rosarina Antonella Marty, politóloga y analista internacional que estudia el surgimiento y crecimiento de las derechas, y acaba de publicar La nueva derecha. Qué es, qué defiende y por qué representa una amenaza para nuestras democracias (editorial Ariel), en el que estudia el avance neorreaccionario para encontrar formas de funcionamiento y lógicas comunes en los distintos puntos del globo, y donde resalta la “importancia de separar la religión del poder”. “Quieren retomar uno de los vínculos más tóxicos de la historia, y lo hacen parte de su identidad política, a partir de la fuerza que tienen distintas facciones, distintas religiones dentro de la nueva derecha”, observa la autora.
Marty dedica el libro a su abuelo detenido-desaparecido durante la última dictadura cívico-militar, y se reivindica liberal, pero defiende “un liberalismo progresista, que históricamente nace enfrentándose a los movimientos conservadores y empujando a una separación entre la religión y el poder. Las nuevas derechas, o los personajes como Milei y sus influencers, presentan un supuesto liberalismo naciendo contra el comunismo, el socialismo, el marxismo, cuando eso es mentira”, aclara, y resalta que en esa asociación entre política y religión atacan toda diferencia, como el feminismo, lo woke (la conciencia de las desigualdades y las injusticias políticas y sociales), la comunidad LGTBQ+, añorando un supuesto pasado idílico en el que todo funcionaba bien hasta que la sociedad perdió el rumbo. “Empiezan a normalizar los discursos de odio, y creo que ahí está uno de los principales peligros: cuando se normaliza el odio es muy fácil pasar del discurso de odio al crimen de odio”, advierte.
– Comparás la estructura de funcionamiento de las nuevas derechas con la de las religiones. ¿Dónde la notaste más claramente?
– Es gran parte de la columna vertebral de estas nuevas derechas, a partir de presentarse como los representantes de Dios en la tierra. Milei con la idea de las Fuerzas de Cielo, Trump creó la Oficina de Religión en la Casa Blanca. Invocan esta cuestión mística que les da la legitimidad para destruir al otro en nombre de una cruzada. En esa «batalla cultural» ellos destruyen a todo el que es distinto, al que no encaja en esa visión de la idea de revista de familia perfecta de los años ’50 (papá, mamá e hijos), que es a lo que quieren volver. Una época marcada por el macartismo. Hoy tienen la misma retórica: si no les gusta como pensás, sos comunista. Crean el fantasma del comunismo en un mundo en el que no hay comunistas, pero hay muchos anticomunistas. Quieren imponer hoy una sociedad machista, misógina, y lo hacen en nombre de Dios, Patria y Familia.
Por eso, apuesta a “dejar de tratar a la religión con guantes de seda y empezar a cuestionar cosas, porque uno no puede decir nada sobre estas posturas, pero ellos son los primeros que tienen la antorcha para prenderte fuego en la hoguera”, dice la investigadora rosarina, que presentará el libro en septiembre en su ciudad y en Buenos Aires. “Hace falta una reivindicación, de alguna manera, del ateísmo”, se planta, y sigue: “Cuando uno lee la Biblia se encuentra con un Dios celoso, porque quiere que solo lo adoren a él, vengativo, misógino, destructivo, infanticida, intolerante. Estas cosas hay que decirlas, porque no podemos seguir hablando solo de una religión del amor. Los militantes del Ku Klux Klan siguen existiendo, ¡y votaron a Trump! A veces creemos que no existen más, como creemos que pasa con los nazis después de la Segunda Guerra Mundial, pero no desaparecen. Y hoy están normalizados institucionalmente”.
– En el libro señalás que la batalla cultural no tiene nada del mundo de la cultura, sino que esconde una disputa moral.
– Lo retoman de Antonio Gramsci, pero como lo usan ellos es un término bélico, combinado con la cultura, que es algo que evoluciona con el tiempo, y termina siendo un concepto que utilizan para una batalla moral. Quieren imponer una cultura por encima de la otra porque creen en la idea de la sociedad occidental y cristiana que debe imponerse por encima de cualquier otra cosa. Y todo lo que desafía esa moral cristiana hay que eliminarlo como si fuera un virus o un parásito. Tienen esa manera de convertir al otro en algo que hay que extirpar del cuerpo. Creo que el punto hoy está en poder desafiar esa estructura, reivindicando el ateísmo. Pero desde la política es muy difícil porque muchos partidos utilizan la idea de la religión unida al poder, como un elemento para atraer y convertir al fiel en votante. Se usa, se manipula y se juega con la religión.
– Decís que para conocer a las nuevas derechas hay que identificar qué tienen de novedoso. Y a la vez, que imitan estructuras y temáticas muy utilizadas en la historia. ¿Qué tienen, entonces, de radicalmente nuevo?
– Se reciclan. Toman cosas del pasado, y hoy están globalmente organizadas, con partidos políticos que funcionan articuladamente, con foros en los que hacen una especie de adoctrinamiento… Ese es un punto muy importante. Parten desde tener una idea un poco más global de unión entre ellos, potenciado con el auge de las redes sociales, en distintos foros que hoy ya no son anónimos. Ya salieron a la luz, y están fomentados por personas que tienen el poder de destruir a las minorías. Hoy, los que tienen que volver al closet son los nazis, los fascistas, los racistas, los transfóbicos… Ellos mismos se definen como «nueva derecha», que está conformada por distintas aristas: libertarios, conservadores, católicos, nacionalistas cristianos, un costado evangélico (han avanzado mucho en Argentina), que en Brasil y Estados Unidos son decisivos.
– Venís escribiendo sobre política y nuevas derechas desde hace unos años. ¿Por qué este libro ahora?
– Estamos en un mundo en el que ser racista, fascista, transfóbico, homofóbico, parece que se normalizó y toda esa gente se siente cómoda contando lo racista que es, agrediendo… Es la deshumanización del otro. Yo soy atea, pero esta nueva derecha, desde un Donald Trump hasta Santiago Abascal o Javier Milei, hablan en nombre de una supuesta religión del amor, en nombre de Jesús, y son los primeros en destruir al otro. El credo de «el liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo», hasta que el prójimo empieza a salirse de la línea. Cuando el prójimo no gusta, hay que destruirlo sistemáticamente. Es woke, comunista, marxista cultural, cosas que me dicen a mí también y la verdad, yo orgullosa porque si ser todo eso es estar enfrente de ellos que me digan lo que quieran.
– El subtítulo del libro habla de una amenaza a las democracias. ¿Qué signos de eso notás hoy?
– El ataque al periodismo muchas veces fue el punto de partida de estos procesos, y en el caso de Milei se ve ese odio a la prensa independiente. A los que lo pueden exponer, a los que pueden criticar el relato que ellos tienen. El punto de partida es en gran parte el ataque a los medios de comunicación. Y la mayoría de las veces es a mujeres. Ellos hacen esta política del bullying, lo llaman libertad de expresión y le ponen el rótulo de «derecho a ofender». Intentan equipararlo a la libertad de expresión, pero si circunscribimos la idea de la ofensa a lo físico nos olvidamos de que hay otros tipos de violencia, como la psicológica o la verbal, que la ejercen todo el tiempo. Esa maquinaria de varones enojados que detestan a la mujer, que tienen una obsesión con el sexo, ese es el punto de partida de muchos de estos «intelectuales», «académicos». Hay una obsesión con destruir a la mujer independiente, autónoma. La ven como un objeto, no como un sujeto.
El narcisismo atravesado
El avance de las derechas tiene, lógicamente, coincidencias y diferencias. Entre las coincidencias se suele hacer foco en la concentración económica, el odio a algún sector de la población por cuestiones migratorias o políticas, discursos violentos, el uso de las redes sociales y la personalidad excéntrica de sus líderes. Marty, que también escribió El manual liberal e Ideologías, subraya que “son líderes completamente rotos. Tienen en común esta visión mesiánica, este narcisismo atravesado”, asegura. “Es muy peligroso cuando las sociedades eligen personas narcisistas, porque vienen a llenar su vacío existencial en la búsqueda de venganza”, y reflexiona sobre cierta crítica que se le hace al progresismo sobre que “se pasó” en la reivindicación de las minorías. “Los que se están excediendo son ellos. ¿Qué puede haber de exceso en buscar sociedades cada vez más libres, que abracen a las minorías que durante toda la historia fueron perseguidas? Los mismos tipos que hoy se sienten ´acorralados´, que no los dejan hablar, son los que persiguieron minorías durante toda la historia. En nombre de la religión. O te queman en la hoguera o te convierten…”, concluye.